Desde que en 1228 Alfonso IX la remató, la Basílica compostelana siempre se consideró la Casa del Señor Santiago. Ella custodia los restos del mayor de los Zebedeos y rememora a través del tiempo el culto y veneración a sus reliquias. Desde siempre también fue y es destino y meta de peregrinos; peregrinos que llegan de todas las partes del mundo, con culturas, religiones, idiomas, creencias e historias personales muy diversas. El nombre de “Camino de Santiago”, como ruta sagrada hacia Compostela, va de Oriente a Occidente. Quienes lo recorren a pié o por medios mecánicos, por tierra, mar o aire, lo hacen con el mismo talante que el “hijo del trueno” exhibió en su labor apostólica dentro y fuera de Jerusalén: apasionado, decidido, con la idea clara de que el mensaje cristiano,el Reino, ha de llegar a los confines de la Tierra.
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